CEZANNE
Desde su muerte, hace 100 aƱos, CĆ©zanne se ha convertido en el pintor mĆ”s famoso del siglo XIX. Nació en Aix-en-Provence en 1839 y el periodo mĆ”s feliz de su vida fue su primera juventud en Provenza, en compaƱĆa de Emile ZolĆ”. Siguiendo el ejemplo de ZolĆ”, al cumplir los veintiĆŗn aƱos, CĆ©zanne se marchó a ParĆs. Durante la guerra franco-prusiana desertó de la milicia, y dividió su tiempo entre pintar al aire libre y estudiar. Al comerciante de arte Vollard le dijo: āSólo soy un pintor. El ingenio parisino me fastidia. Lo Ćŗnico que quiero es pintar desnudos en las orillas del Arc [un rĆo cercano a Aix]ā. Animado por Renoir, uno de los primeros en apreciarlo, exhibió con los impresionistas en 1874 y en 1877. Su obra fue recibida con desdĆ©n, lo que lo hirió profundamente. La ambición de CĆ©zanne en sus propias palabras, era āhacer del impresionismo algo tan sólido y durable como las pinturas de los museosā. Su objetivo era lograr algo monumental en un lenguaje moderno de tonos brillantes y vibrantes. CĆ©zanne querĆa retener el color natural de un objeto y armonizarlo con las diversas influencias de luz y sombra que intentaban destruirlo; buscaba una escala de tonos que expresara la masa y el carĆ”cter de la forma. A CĆ©zanne le gustaba pintar frutas porque se trataba de modelos pacientes y Ć©l trabajaba lentamente. No pretendĆa sólo copiar una manzana. MantenĆa el color dominante y el carĆ”cter de la fruta, pero subrayaba el atractivo emocional de la forma con un conjunto de tonos ricos y concordantes. En sus pinturas de naturalezas muertas era un maestro. Sus composiciones de vegetales y frutas son verdaderamente dramĆ”ticas; tienen peso, nobleza, el estilo de las formas inmortales. NingĆŗn otro pintor logró darle a una manzana roja una convicción tan cĆ”lida, una simpatĆa tan genuinamente espiritual o una observación tan prolongada. NingĆŗn otro pintor de habilidad comparable reservó sus mĆ”s fuertes impulsos para las naturalezas muertas. CĆ©zanne devolvió a la pintura la preeminencia del conocimiento, la calidad mĆ”s esencial de todo esfuerzo creativo. La muerte de su padre, en 1886, lo convirtió en un hombre rico, pero no por eso cambió su estilo de vida austero. Poco despuĆ©s, CĆ©zanne se retiró de forma permanente a su propiedad en Provenza. Probablemente se trató del mĆ”s solitario de los pintores de su Ć©poca. Por momentos le atacaba una peculiar melancolĆa, una oscura desesperanza. Se volvió irascible y exigente, destruĆa los lienzos y los arrojaba fuera de su estudio, hacia los Ć”rboles, los abandonaba en los campos, se los daba a su hijo para que los cortara e hiciera con ellos rompecabezas o se los regalaba a la gente de Aix. A principios de siglo, cuando Vollard llegó a Provenza con intenciones de adquirir todo lo que pudiera del material de CĆ©zanne, los campesinos, que se enteraron de que un loco de ParĆs estaba pagando por aquellos viejos lienzos, sacaron de los graneros una considerable cantidad de naturalezas muertas y paisajes. El viejo maestro de Aix se sintió abrumado por la alegrĆa, pero el reconocimiento le llegó demasiado tarde. Murió en 1906 de una fiebre que contrajo mientras pintaba en la lluvia.
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