Los chiquillos no eran ningunos santos, pero la gente los quería y, lo más importante, jugaban el mejor fútbol de ese mundial. Fue en ese momento cuando el trabajo se hizo más intenso. Escribía hasta de noche, con dos días de anticipo, para estar al día con lo que se podía contar de esos futbolistas. Los entrevisté a todos. Y me tenían confianza. El término de ese mundial fue rudo y crudo. Marcó el final de una etapa para todos. Poco a poco fui perdiendo contacto con ese grupo, especialmente con los jugadores que se fueron al extranjero. Hasta que encontré una serie de discos compactos donde había grabado todo mi trabajo de ese campeonato. Fotos, entrevistas y hasta un video de Mathías Vidangossy tocando piano. Esos discos escondían una historia que valía la pena volver a contar: repasar la campaña del mundial sub 20 Canadá 2007, traer de vuelta los hitos y conocer mejor la prehistoria de la generación dorada
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