SON COSAS QUE PASAN
París, 1945. En la iglesia de Saint-Pierre-de-Chaillot, ubicada en uno de los barrios más elegantes de la ciudad, se celebra un funeral. La difunta es la princesa Natalie de Lusignan, duquesa de Sorrente, que ha fallecido demasiado joven. Ante los asistentes, el joven sacerdote loa a la muerta como esposa, madre y cristiana ejemplar. ¿Lo fue? La guerra y la ocupación nazi supusieron una dura prueba para todos los franceses, también para la clase más privilegiada, que creía poder seguir viviendo aislada de las miserias del mundo. Natalie se mueve por los salones de la aristocracia como pez en el agua, pero es también una mujer mundana, esnob y cosmopolita, que en los años de entreguerras ha financiado a artistas como Buñuel y Cocteau para que puedan rodar sus películas e incluso ha participado en una pequeña escena en La sang d’un poète de este último.
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