CASA DE LOS ENCUENTROS, LA
Entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la muerte de Stalin, dos hermanos son encarcelados en la Unión SoviĆ©tica por irrisorias, imaginarias transgresiones polĆticas, y ambos acaban en el mismo campo de trabajo en Siberia. Uno de ellos, Lev, es un frĆ”gil poeta, pacĆfico y pacifista. El otro, el narrador sin nombre, el superviviente y protector de su hermano -aunque tambiĆ©n rival-, es un endurecido veterano de guerra para quien la violencia ha sido siempre un Ā«arma neutraĀ», y que se abrió paso de violación en violación, segĆŗn sus propias palabras, por los territorios de lo que luego serĆa Alemania Oriental. Los hermanos no han llegado al mismo tiempo a Norlag, el campo de esclavos, un lugar casi zoológico, donde los Ā«cerdosĀ», las Ā«vĆborasĀ», las Ā«sanguijuelasĀ», las Ā«langostasĀ» y los Ā«comemierdaĀ» se disputan las jerarquĆas del horror. En el tiempo que medió entre la detención de uno y otro, Lev se ha casado con Zoya, la joven judĆa por la que competĆan, y a la que amarĆ”n toda la vida. Pero entre los barracones del campo que albergan a los esclavos, hay tambiĆ©n una Ā«Casa de los EncuentrosĀ». Porque en el gulag se permitĆan las visitas conyugales, y las mujeres viajaban durante semanas, o meses, con la esperanza de pasar una noche en una pequeƱa choza con sus maridos, unos hombres tan hambrientos y tan destruidos que la posibilidad de una relación sexual, mĆ”s que un privilegio, debĆa de ser la certeza de otra humillación. ĀæPor quĆ© permitir estas reuniones, esta fugaz visión de los paraĆsos perdidos? ĀæUna perversión mĆ”s en un sistema perverso?
Y sobre este triÔngulo amoroso, y el encuentro entre Lev y Zoya que tiene lugar en 1956, cuando las reglas del campo comienzan a relajarse y no estÔ muy lejos ya la liberación de los hermanos, pivota el relato del superviviente, ya octogenario, emigrado desde hace años a América, que ha vuelto a Rusia como turista, o tal vez a suicidarse, y rinde cuentas a una hijastra fantasmal, de la Historia, y de su historia. Una novela magistral, donde resuenan los ecos de Conrad y Nabokov, en la que Amis construye una Rusia que se desliza hacia la nada, deslumbrante artificio literario, entre el horror gótico y la ciencia ficción, y prueba fehaciente de que sólo la literatura permite comprender el enigmÔtico, terrible espesor de la realidad.
Ā«PodrĆa decirse que MartĆn Amis y la Rusia de Stalin se estaban esperando. ĀæQuĆ© otro novelista de su generación se habrĆa arriesgado a tratar las atrocidades del siglo con tanta fuerza, tanta indignación moral, un arrojo tan temerario? La Casa de los Encuentros es una hazaƱa notable, una versión de la gran novela rusa en miniatura, una suntuosa combinatoria, tanto mĆ”s esplĆ©ndida por estar decididamente comprimida… En esta descripción de una nación debatiĆ©ndose, aterrada y aterrorizadora, entre los rĆos de su propia sangre que ella misma ha derramado, Amis nos ofrece una meditación y un juicio sobre estos tiempos que habrĆan hecho enmudecer de horror a las grandes figuras de la ilustración, sobre cuyo pensamiento y esperanzas se fundó el mundo moderno. El encuentro con esta antiutopĆa de Amis, como sucede siempre con las obras de arte, es muy estimulanteĀ» (John Banville).
Ā«Una novela conmovedora, arrasadora, un tren de alta velocidad que se hunde en ese corazón de las tinieblas que fue el Gulag soviĆ©tico y transporta al lector en un viaje sorprendente por uno de los capĆtulos mĆ”s terribles de la historia. La novela mĆ”s potente de AmisĀ» (M. Kakutani, The New York Times).
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