SEÑAL, LA – Pude seguir adelante, “dejar todo en manos de Dios”, como dicen. Y cuando lo hice, las ventanas y las puertas se abrieron de par en par. La luz entró a raudales, una luz que ahuyentó al miedo y eliminó la ira. Lo solté, en verdad lo solté, y fui libre […] la elección fue mía. Podía elegir perdonar o no. Perdoné porque me habían perdonado. Y cuando perdoné llegó la liberación». —La señal
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